Capítulo LXXVlll
El país sigue, los diarios siguen, la vida sigue; también la muerte sigue, como todo lo que tiene capacidad para reproducirse; los animales se reproducen, y las personas, y la muerte, claro. Pienso en la muerte, en la reproducción de la muerte, en las imágenes que me encantaría ver originadas en la muerte: algún Pinochet muertito, y un Videla, y la mar en coche bien muertita.
Hay un viento raro cruzando el balcón de norte a sur; sacude el orégano, las mentas, el tomillo; el Servicio Meteorológico Nacional anuncia que durará poco y yo se lo digo al orégano, las mentas, el tomillo. Que durará poco, como si lo dicho por el Servicio Meteorológico Nacional fuese a ser cierto. Pero cumplo en decírselos. Así es el periodismo.
Mientras, miro el futuro: la esquina de Crámer y Pedraza, las fotos del último partido de fútbol de Felipe que acaban de llegar a mi computadora, las pruebas deshechadas para las tapas del diario del 20 y 21 de diciembre.
Hay un viento raro cruzando el balcón de norte a sur; sacude el orégano, las mentas, el tomillo; el Servicio Meteorológico Nacional anuncia que durará poco y yo se lo digo al orégano, las mentas, el tomillo. Que durará poco, como si lo dicho por el Servicio Meteorológico Nacional fuese a ser cierto. Pero cumplo en decírselos. Así es el periodismo.
Mientras, miro el futuro: la esquina de Crámer y Pedraza, las fotos del último partido de fútbol de Felipe que acaban de llegar a mi computadora, las pruebas deshechadas para las tapas del diario del 20 y 21 de diciembre.
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