CAPITULO XXIV

Pareciera que la gente está siempre esperando las madrugadas para morirse de una vez por todas. Pareciera, para la gente, que la noche es el mejor momento para morirse de una vez por todas. Será que la muerte, digo, es un hecho demasiado importante como para dejarlo pasar así nomás. Como los nacimientos, las despedidas, los aniversarios. Esto en cuanto a los que deciden. Después están los que no deciden morirse, pero por alguna razón terminan muriéndose de una vez por todas. Y la otra opción, la opción autoritaria, es la que implementan los estados contra la vida; o sea, te mato porque el poder soy yo.

Este país está asociado a la muerte, parece ser. Quizás por eso decido irme a vivir a otro país; “como si México, Perú o cualquier otro país estuvieran lejos de involucrarse con la muerte”, me dijo Ariela en su momento. Y Ariela, en eso, tiene razón. “Te vas y dejás a tus hijos en el país de la muerte”. Ariela, también en eso, tiene razón. Y además, cuando necesita ser jodida tiene la metáfora fácil.

Serena tiene 26, y trabaja hace tres como psicóloga en el país de la muerte; Felipe acaba de subirse a los 20 tratando de hacer la música más decente posible con su banda en el país de la muerte (excelente nombre: La Saralucha Próiect); Violeta, que va para los 25, está terminando el traductorado de inglés en el país de la muerte, será para traducir la muerte y otras boludeces dice; y Tito, con sus cortos 22, sostiene que sólo quiere escribir en el país de la muerte, para reescribirla cuantas veces sea necesario; Ariela tiene 46 en el país de la muerte, igual que yo en el país de la muerte, y no sé por qué mierda se me da por escribir ésto en la computadora, justo ahora que la muerte vuelve a ser varias veces argentina.

Por eso te inculqué ciertos odios,
ciertas maneras de pelear,
porque es duro vivir te di bellas palabras
para que usases como arma, por eso
te engendré con amor

por eso te enseñé a que seas libre.

Adrián Desiderato habla de sus poemas, de sus hijos. Les habla en el país de la muerte.




















La foto que ilustra esta presentación pertenece a la serie “La muerte de la muerte” (1979), de
Andy Goldstein.

2 Comments:

Blogger morgana said...

Y qué fueron de esas fotos de aquellas muertes? Acaso murieron en el olvido, en el descuido? Yo apenas conservo una mala copia de un ángel custodiando la sombra, justamente, de la muerte. Reza que te reza, sombra que te sombra.
Me gusta el delivery de li te ry. Gracias, otra vez.

martes, abril 04, 2006  
Blogger elhinculto said...

De esas fotos de aquellas muertes, ha sido, es y será lo que debe ser: siguen siendo fotos amorosamente guardadas, imágenes de la muerte ajena, imágenes del cementerio de General Lavalle.

jueves, abril 06, 2006  

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