Cap. LXII

Recuerdo que Ariela quería ñoquis el 28 y no podía esperar por la furia del antojo un día más; recuerdo estar haciendo la masa con el puré de papas el lunes por la noche; recuerdo la corrida hasta el garage para buscar el auto, dejando un reguero de harina por todo el departamento, los pasillos del edificio y la vereda hasta la avenida Córdoba y el gordo José gritándome detrás de sus flores que tenía crisantemos frescos para la señora a punto de parir; recuerdo al chistoso del anestesista aconsejando llamar Harina a Violeta, mientras filmaba el parto y todos los del equipo se cagaban de risa; recuerdo que en la Clínica Anchorena nací yo también.

Sí, los ñoquis me traen recuerdos de los buenos.