Cap. LXIX

También la madrugada del 29 de abril de 1976, la madrugada en que juré a más no poder que mi hermano Sergio no se había muerto de mononucleosis, tuve mucho miedo. En realidad, sufrí la suma de los miedos: un iluminado como Jorge Rafael Videla erigiéndose como nuevo presidente del país; gente desapareciendo por todas partes, por todas las partes del país; mi amigo Guillermo Camarotta desapareciendo por todas las partes del país; el padre Emilio, el padre que nos daba catequesis en el Instituto La Salette y nos dejaba tirarnos tizas por la cabeza apenas cerraba la puerta y nos explicaba cómo debería funcionar una democracia en serio, el padre Emilio, supuestamente en viaje por Alemania, desapareciendo por todas las partes del país; vecinos de Saavedra, vecinos de la cuadra de enfrente, vecinos de compartir asados, diciendo que el tal Videla era un general democrático; Borges, el gran escritor argentino por antonomasia, almorzando con el tal Videla y con otro de los escritores argentinos por antonomasia, don Ernestito Sábato; el miedo, eso, el miedo.
El miedo mientras a Sergio se lo llevaban delante mío en un cajón blanco de no más de un metro de largo, y yo juraba a más no poder que mi hermano Sergio, con apenas tres años, no podía morirse de mononucleosis.




Nota: la imagen que ilustra esta presentación, fue extractada de la siguiente página:
SEPRIN

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Algunas veces me río de los demás. Alguna vez me reí de los miedos ajenos de bajo peso. Los miedos de los otros me dan risa, pesan lo mismo que un viento dominado, no son nada para mí.
Salvo...
Salvo hoy que tu miedo de cajón blanco, de gentes que flotan en la memoria, de días sin días me hizo no sólo acompañarte, además respetarte el miedo y llorar ante él.

jueves, agosto 31, 2006  

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