CAPITULO VI


Sábado y otra vez de vuelta (amo esta combinación por motivos tanto sintácticos como afectivos) en el aeropuerto limeño. Ahora nada de Aeroperú; ahora, una empresa que me reservo el derecho de nombrarla, y no por cábala sino por convicciones ideológicas (entiéndase: si no voy y le rompo todas las ventanillas de desatención al viajero). Ahora, y con toda la tranquilidad de este mundo les aseguro que podría ponerme a llorar ante la ausencia, vendrían bien un café con leche miti-miti y cuatro medialunas de manteca bien gorditas. Pero uno debe acostumbrarse al vértigo cuando viaja, y una de las variables más vertiginosas cuando se viaja es acostumbrarse a los cambios vertiginosos, sobre todo los cambios gastronómicos: nadie sabe en el Chávez qué significa medialuna; ellos dicen cruasánt.

Sábado y otra vez de vuelta, escribí diez líneas más arriba, en el aeropuerto limeño. Y el apunte sobre las aerolíneas, y lo del llanto y el café con leche y las medialunas. Eso fue todo durante horas. Todo lo que pude escribir.

Ariela con su celular en contestador desde anoche; Baumgarten desconectado por donde se lo quiera buscar; el Ruso ni maileó siquiera, y qué habrá sido del recital de la Saralucha de Feli. Menos mal que tengo en preparación el proyecto de la Fundación para descargar tensiones y otras vicisitudes…