CAPITULO XIV

Siempre es bueno volver a casa, con la salvedad de que a veces no.
Llego con el handy, el celular y el beeper apagados, y veinticuatro horas sin siquiera abrir la laptop. Vuelvo a casa y no hay nadie en casa, nadie para un abrazo; ni Manuelita, la tortuga.
Y voy a hablar de los gordos. No de los gordos del país conocidos desde hace mucho tiempo por sus prácticas gremiales oprobiosas. De los gordos, los gordos de mi balcón, los gorriones que vienen a buscar sus panes a mi balcón todos los días. Los gordos.
Durante los meses calurosos, cada mañana los gordos se paran en los cables eléctricos frente a mi balcón, y apenas despunta el sol empiezan a piar fuerte por los panes. Reclaman por sus panes, los gordos. Y yo les doy, les doy sus panes diariamente. Y los gordos están contentos y se quedan revoloteando entre las plantas del balcón (claro, los más valientes), mientras les tiro sus panes.
Yo, desde la ventana de la cocina (que da al balcón), mientras voy despedazando los panes, suelo tirarles algunos pedacitos a la calle; me fascina ver cómo se avalanzan uno más rápido que otro para llevarse el pedacito de pan que acabo de tirarles.
Pero hace un rato, sin percatarme de que había abierto el semáforo de la esquina, tiré dos pedazos de pan al mismo tiempo. Y los gordos fueron, como van siempre; se abalanzaron como de costumbre sobre los dos pedazos de pan que yo les había tirado sin percatarme de que había abierto el semáforo de la esquina. Eso fue hace un rato, apenas un rato nomás. Y siento que jamás podré explicar la velocidad del patrullero, jamás podré explicar si eran cuatro o cinco los gordos apurados por llevarse uno de los pedazos de pan.
Después el chico que para con su bicicleta y levanta al gordo en una de sus manos y lo observa; yo lo veo desde la ventana de la cocina que da a mi balcón, la ventana desde donde les tiro panes, sus panes a los gordos; el chico mira hacia distintos lados, no sé para qué; yo levanto un brazo, tampoco sé para qué, y el chico sube a su bicicleta y se va con el gordo en la palma de su mano.
Eso es todo. Todo lo que hoy quería hablar sobre los gordos. Para eso encendí mi PC.


1 Comments:

Blogger morgana said...

Yo tengo gordos inalcanzables, inalcanzables a mis panes, a semáforos que se ven desde cocinas que dan a balcones, gordos que ni alcanzan siquiera los panes de otros gordos. Gordos que no se inmutan ante cambios de estaciones ni autos veloces, gordos que viven for ever porque viven acá, en la punta izquierda de mi imaginación que es donde está toda mi gorda imaginación. Y capaz que ahí mismo también, es el lugar donde cohabitan ciertos recuerdos que me vienen del pasado cada vez que usted, ingratta, me alcanza estas cositas que tan bien me hacen. Mezcla de algo que fue con algo que no fue. Gracias, otra vez.

miércoles, marzo 29, 2006  

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