CAPITULO XX

Sentado en el balcón de mi casa, pienso cuáles serán mis últimas palabras. No mis últimas palabras dentro de la pareja, mis últimas palabras frente a Ariela, porque esas palabras, que ya no recuerdo, quedarán tapadas por la contundencia de las palabras de Ariela: “Si no hay nada que alcance”.
Sentado en el balcón de mi casa, escucho las últimas palabras del ministro de Economía, don Domingo Felipe Cavallo, vulgarmente llamado cabayo; las escucho llegándome desde el televisor del living, nítidas, endemoniadas, unas pocas palabras llenas de mierda. Es viernes, viernes 21 de diciembre; se acaba el primer año del nuevo siglo, el siglo veintiuno.
Con Ariela siempre discutimos si es el primero o el segundo.
Mis últimas palabras, no más que eso digo, mientras hay cerca de treinta muertos en la república.
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