CAPITULO XVII


Y recuerdo, sentado en el balcón de mi casa, recuerdo; no la agitada semana en Lima, no los mejores titulares de mi vida, no presenciar los nacimientos de mis hijos, no; recuerdo, con mi whisky en la mano y la laptop a mi lado, en el piso de baldosas coloradas, recuerdo; a veces es mejor recordar que escribir; a veces, escribir nos enfrenta demasiado con nosotros mismos, así que solo estoy recordando.
El recuerdo nunca es fiel a los hechos; quizás la primera vez, pero no más. A partir de ahí, el recuerdo va segregando detalles que cada día le gustan menos, o que no puede traducir en imágenes claras, limpias, que no puede traducir en palabras simples. Así, el recuerdo de un hecho particular va convirtiéndose en una pequeña suma de detalles, unos cuantos colores, algunos sonidos que se pelean entre sí, tal vez una serie de fotos y olores que intenta rescatar un lugar que nunca fue.
Me pregunto cómo será el recuerdo de la matanza de estos días en el país, me pregunto con mi whisky en la mano, sentado en el balcón, y el recuerdo siempre presente de mi hija Serena: “Parecés Galtieri en las filmaciones de la guerra de Malvinas”.