Y cayó la noche nomás. Cayó la noche sobre mi balcón y se han disipado los gordos. Y la república suma a su historial unos treinta muertos más. No sobre mi balcón, claro. O quizás sí, también sobre mi balcón. Porque a mi balcón debería caberle un porcentaje de la muerte de estos días. ¿O también de muertes como las del Negro Olmedo, Juancito Castro, la pobre de Alicia Muñiz, última mujer oficial de Monzón, o ese compendio de polímeros que resulta ser la Pradón, que seguramente por eso rebotó al caer desde un 7º piso sin siquiera inmutársele un solo gramo de las siliconas que le dan identidad?
Desde un balcón a mi derecha escucho algo. Pregunto que cómo dijo; es doña Rosa, la del 8º piso del edificio contiguo, asomando sus enormes gafas grises y la sonrisa sin dientes por entre los matorrales que pueblan su balcón. Que habrá que rezar por las almas de todos estos muertos aunque no estemos de acuerdo con sus ideas, dice a los gritos sin que se le mueva un solo rulero. La miro dulcemente a doña Rosa; imagino un simple movimiento con mi cabeza, uno solo, pero la miro dulcemente.
Sé que la situación velatoria en que se encuentra, una vez más, la patria, la nación, la república, el país, el suelo natal, el terruño (no me decido por ninguno; por eso escribo todos los sinónimos posibles) no es la adecuada para lo que voy a linkear. Pero proyectos son proyectos, aún con el mundo entero en contra. Quizás la imagen que ilustra este capítulo no sea otra cosa más que un tropo figurativo. Como la triple x.
...y el ministro de Economía dijo al atardecer que el secretario técnico del ministerio había dicho que el subsecretario de coordinación administrativa mientras declinaba la luz en su despacho y el Presidente bostezaba de cara al balcón diciendo que la oposición lamentablemente o que el jefe de la Policía Federal entre nubes del viceministro del área de seguridad interior y los bonos Serie 44 para el 2029 mientras el flujo el tráfico la nivelación las operaciones la especulación y la libre flotación del dólar los medios los extremos la gente de las cacerolas la pesificación de la economía en detrimento del uno a uno respecto de los directores de Vialidad Nacional Parques Nacionales Catástrofes Naturales en tanto la mayor suba de la Bolsa en los últimos diez años o habría que conformar una comisión para el esclarecimiento de los atardeceres cuando alguien dice que hay que salir a matar y el eco la economía el ecosistema de la euforia bursátil y la suspensión del campeonato Apertura…
…que acaba cuando acaba el año pero se llama Apertura porque en el culo del mundo ya lo dijo la María Elena Walsh estamos en el reino del revés y la devaluación más la pesificación más el default más el corralito bancario del culo del mundo en tanto el director del Banco Central y el director del Hospital Clínicas y el director del Hospital Argerich y el director del Hospital Fernández cuentan y cuentan y cuentan en el mundo del revés que es jodido para la salud estar siempre dado vuelta porque la irrigación sanguínea y porque las raíces capilares y porque el país donde el ministro de Salud no cura y el ministro de Trabajo no da trabajo y el ministro de Defensa no nos defiende y pesifican hasta la humedad para que el dólar flote como Presidente haciendo la plancha...
…mientras Juan Delgado, Claudio Lepratti, Sandra Ríos, Graciela Acosta, Yanina García, Rubén Pereyra, Miguel Pasini, Romina Iturain, Eloísa Paniagua, Diego Avila, Mariela Rosales, Julio Flores, Damián Ramírez, Ariel Salas, Pablo Guías, Roberto Gramajo, Víctor Enrique, Eduardo Legembre, Elvira o Elida Avaca, David Moreno, Ramón Arapi, Walter Campos, Luis Alberto Fernández, Juan Torres, Ricardo Alvarez, Diego Rancagna, Gastón Marcelo Riva, Carlos Almirón, Alberto Márquez, Gustavo Benedetto, Ruben Darío Aredes y Adrián Enrique Sotelo despueblan el país de la muerte.
Nota: la foto que ilustra esta presentación pertenece a la serie “Visiones”, de Angel Castro.
Sin palabras. Quizás sea mejor sin palabras. O al menos sin las palabras conocidas, las palabras de todos los días, esas con saco y corbata, uniforme militar o sotana, disfrazadas para que no las reconozcan en los bares, las facultades, las canchas de fútbol. Sin las palabras con las que siguen endeudándonos con la muerte.
Nota: la foto que ilustra esta presentación, pertenece a la fotogalería del diario “El Espacio”, Bogotá, Colombia.